Una tarde grande, de las que perdurarán en el recuerdo de los villanovenses que se acercaron a la Ciudad Deportiva. No fue ni de sombra el mejor partido del Villanueva, pero el rival y las circunstancias así lo determinaron. Al final, los de Guerrero lograron algo más que un punto, porque se renovó la simbiosis entre jugadores y afición de final de la temporada pasada. Y lo que es más importante, lejos del Enrique Porta.
Durante el primer cuarto de hora de partido, el respeto imperó en el césped. Los visitantes sabían de la importancia de contener a los blanquillos, y presionaron duro para ello. Las primeras y más claras ocasiones fueron para el Villanueva, pero siempre a balón parado. Poco a poco el Zaragoza se estiraba y también disponía de las suyas. Mucho peligro llevaron las botas de Edgar, Herrera y Matas, pero éste último, unas veces por Berrueco y otras por la falta de puntería, no encontraba el camino del gol. El centro del campo azulgrana no paró de trabajar, con un sensacional J. Abad que se hinchó a recuperar balones. En los últimos instantes el partido se volvió tosco y duro, con acciones muy recriminadas al árbitro por ambos conjuntos. Pero nada, al final de la primera mitad tablas en el marcador, con todo aún por jugar.
De vuelta en el campo, nada más empezar, el árbitro señaló penalti al mediático Herrera cometido por Yeray, que había entrado por el lesionado Carlos Martínez. Una decisión extraña, porque pareció una simple carga en la disputa del balón. El pichichi Matas lo transformó. Al Villanueva se le cayó encima todo el trabajo realizado. Guerrero dio entrada a Balsa por un desaparecido Artaso, para tratar de intensificar la presión. El Zaragoza estaba más agusto ahora. Pero, en una aventura de Rubén Muñoz al ataque, Pablo no supo batir a Zaparaín cuando estaba sólo delante de él. Era el 62' y los azulgranas habían gozado de la mejor del partido. En el minuto siguiente Ander Herrera no perdonaría en una rápida contra de los blanquillos, empujando una parada de Berrueco. Todo parecía resuelto con el segundo. Además, el árbitro parecía decantarse siempre hacia los locales.
Pero a partir de aquí todo fueron sorpresas, y a cual mejor para los villanovenses. La primera fue el cambio de Iván Artigas por Pablo, que parecía un suicidio, pero resultó vital. Después, el numeroso público visitante, que no cesó de alentar a los suyos desde el inició, acabó entonando cánticos que dieron fuerza y calor a los suyos. Y por último, la entrega de los jugadores que corrieron hasta la extenuación. Tanto es así que el Villanueva fue encerrando al filial en su campo, que entonces salían rápido a la contra. En una bellísima juada de Artigas, con varias paredes incluidas, el balón terminó en las mallas. Era el 2-1 cuando todavía faltaba un cuarto de hora por jugar, y a todos quedó claro que el Villanueva se había metido en el partido. Matas pudo poner el punto y final, pero no fue el matador que acostumbra. A falta de ocho minutos se obró el milagro. Un rechace en una falta colgada al área lo remachó Luis Álvarez, ante la impotencia de la defensa local. Afición y jugadores estallaron en júbilo. Todavía pudo conseguir la victoria el Villanueva, pero un remate desde la frontal se marchó a pocos centímetros del larguero de Zaparaín. El fútbol depara estos inigualables momentos. El corazón pudo con el juego. Los valientes se ganaron la ovación del final. Y la verdad es que la entrega de los jugadores es digna de aplauso para llevarse puntos de casa del líder.
Incidencias
Tarde soleada en Zaragoza. Numeroso público villanovense se desplazó a la Ciudad Deportiva, lo que dio bonito color al partido. En las gradas exjugadores como Aragón, Garitano o Milla. El árbitro mal, exageradamente casero.
Alineación Villanueva: Berrueco; Almazán, Royo, Rubén Muñoz, Roberto; Javi Marcén, Abad, Artaso (Diego Balsa); Luis Álvarez, Carlos Martínez (Yeray) y Pablo (Artigas).
Foto:Ricky Morer
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